¿Por qué darle la vuelta a la clase?
Porque todo profesor que pueda ser sustituido por un manual o por un busto parlante, será sustituido, la educación de este siglo requiere mucho más. Nuestro trabajo puede ser maravilloso, cuando vemos como se enciende la luz de la curiosidad o el brillo del conocimiento repentino en los ojos de un alumno. O puede ser un infierno consistente en tratar de poner orden en un aula ruidosa, exigiendo la atención a un alumnado que no parece sentir ningún interés hacia lo que le cuentan. Queremos que aprendan, y ellos, no hay duda, disfrutan aprendiendo, siempre y cuando consideren que realmente lo están haciendo. Esto sólo sucede cuando los conocimientos transmitidos en el aula tienen una relación clara e inmediata con la realidad de los estudiantes. Y esa es la misión del docente, encontrar la metodología que haga real lo que contamos, que ponga al alumno en un papel activo en aras de buscarle explicación a lo que le rodea, que permita tirar de él mediante el hilo de la curiosidad, en lugar de empujarle para que avance en un camino que para nada desea recorrer.